Un día para el olvido

Ante la imágen patética de verme comiendo la séptima madalena como si fuera el último día de mi vida, decido canalizar la angustia que eso me provoca escribiendo.

Hoy fue un día verdaderamente improductivo: me levanté arrastrando los pies cual vaca desganada a las 10 AM después de haber pospuesto la alarma del celular unas tres veces: dígase, media hora. Me pregunto en qué pensaba el día que dije "¡No hay nada más pila que despertarse con Village People!"... en fin... Me siento a la mesa ya deprimida de acordarme de todo lo que tenía que hacer después. Tantas cosas que ya era una pérdida de tiempo sentarme a tomar el café con leche de siempre y las galletitas de agua con gusto a rutina. Era muy al pedo hacerlo hasta que las vi. Puedo asegurar que me rogaban que las devorase. No pude más que hacerles caso, así que me dispuse a engullir una madalena tras otra fracasando los intentos de la culpa de hacerme frenar a la primera o a la segunda. Lo más angustiante fue al levantar la vista y ver la hora. Sabía que me iba a hacer perder el tiempo sentarme a desayunar y leer el suplemento de espectáculos, pero no me imaginé que desperdiciaría UNA HORA Y MEDIA leyendo sobre el pelotudo de Fort. Una hora y media en la que podría haber terminado la monografía para el profesorado que nunca empecé. Bueno... en realidad tampoco soy Flash Gordon, pero por lo menos supongo que podría haber hecho unas paginitas... algo. En momentos como este amaría ser estudiante de filosfía para poder reflexionar sobre lo efímero del tiempo y, de esa manera, poder entender si es realmente así o solamente tiene problemas personales conmigo.

Con la vitalidad de una tortuga invernando, me senté en la computadora para empezar a tipear. Obviamente que primero, la tarea de rigor: entrar a gmail con el deseo iluso de encontrar un mail de mi profesora diciendo que no iba a clases; y si digo "iluso" es porque la racha nunca va a cambiar aparentemente. Otra cosa que no puedo cambiar es la tendencia de mierda que tengo de autoflagelarme emocionalmente... ¡es de terror! La nueva: se ve que el día nublado me pegó para el lado de releer mails viejos de mi novio (¿debo decir "novio" o debo decir "ex"?, ¿cómo se le dice cuando te vinieron con el temidísimo "necesito un tiempo para pensar"?) Mails paupérrimos del tipo
"Gordita, hoy tengo re poco laburo, estoy aburrido. No puedo dejar de pensar en las ganas que tengo de verte, hace varios días que no nos vemos y te extraño. Te parece que nos veamos mañana a las 22hs.? tengo 2x1 para el cine y dan 300, que dicen que está buenísima. Bueno gordi, te extraño y te amo mucho. Besos reina". Bueno... a ver a ver, recapacitemos... primero: Flaco, tenés que estar aburrido para pensar en mí??? Segundo: ¡si me extrañas porque pasaron varios días sin vernos, por lo menos careteámela! ¿no veías que la boluda te extrañaba siempre, desde que entraba en casa sola a cuando cerraba la puerta si te ibas? Deprimente. Tercero: ¿2x1? out, out, out!!! Cuarto: ¿tanto preámbulo para convencerme de ir a ver una película bélica? esas lamentables de héroes yankies y contrincantes de razas etiquetadas de inferiores... por favor, en qué estaba pensando??? Pero lo más vergonzoso de todo fue mi respuesta, ni me acordaba de esto: Pipito, (patética) yo también te extraño mucho mi amor no sabés cuanto. Dale, mañana pasame a buscar y vamos!! Busqué críticas de la peli en internet y no son muy buenas, pero no importa amor, vamos donde vos quieras (ah bueh...), después arreglamos bien por cel! Te amo mucho hasta el cielo, Pipi (ufff...) Besotes amor!! muack (en fin...). Así como este mail, seguí viendo otros igualmente deprimentes. Lo bueno que pude sacar es que por lo menos ahora me están empezando a brotar sentimientos de bronca hacia él, empiezo a agudizar la mirada en sus defectos, lo cual es genial! ya estoy casi preparada para no llorar cuando nos juntemos a hablar para definir la situación.

A todo esto, vi que ya eran las 12.30 hs. del mediodía. Había perdido la mañana pelotudeando. El minuto que me tomé para cada cosa resultaron ser medias horas; así que al fin me dispuse a hacer la monografía... no tenía idea de cómo empezar, escribí cinco comienzos diferentes para la introducción, pero al no convencerme ninguno, borré todo y a la mierda. Me fui a bañar para "despejar la cabeza" (¡de qué, si no hice nada mentalmente desgastante!). Perdida otra media hora, ya que no estoy adentrada en la destreza de bañarse en '5, me fui corriendo a la heladera para comer algo rápido porque en menos de una hora me tenía que ir a cursar como todos los benditos días. Como de costumbre nada, sólo fiambre transpirado. Ya fue, no daba el tiempo para sacar algo del freezer y cocinar, así que me hice unos sanguchitos. Mientras comía dandole un poco de placer a mi existencia, maquiné otra vez y, como siempre, me acordé a último momento que para la materia de hoy tenía que llevar un trabajo re complicado ¡¡¡Aggggrrrr cómo colgué!!! De inmediato, empecé a buscar excusas medianamente decentes para ser exonerada, pero de solo imaginarme la contestación irónica de la profesora (que tiene de forma bastante recurrente) las descartaba una a una. Cuando quise ver, se había puesto el cielo negro como para tormenta... dije "Ya está, clarísima la señal". No armé nada el bolso y me quedé en casa. Al principio experimenté esa sensación buenísima de lo heroico, ¡qué poder de decisión! (dado que tengo límite de faltas).

Pensé "Voy a aprovechar que no fui, para hacer toda la monografía", pero pasando las horas la culpa empezó a emerger, porque como no podía ser de otra manera, no solo no la hice, sino que no hice nada en absoluto: miré Rial; bajé a Alberto, mi perro salchicha, antes de que lloviera; estuve una hora al teléfono escuchando la catarsis de una amiga; después merendé largo y tendido. Entonces me reté introspectivamente "Andá ya a hacer el trabajo, larva humana, faltaste y no hiciste un carajo." Pero esa vil manipulación mental no dio sus frutos. No hubo caso... me senté, divagué y me puse a escribir esto... para qué, no sé. Y bueno, me estoy dando cuenta de cómo perdí estúpidamente el día entero, y la sensación de culpa se instaló definitivamente. El llamado nocturno de mi novio no va a llegar por razones obvias, así que se va todo a la mierda. Me fui a dormir, chau.